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Magdalena Martín, la última chica del cable de España, cuenta cómo era trabajar de telefonista en un pueblo en los años 80

Magdalena Martín, la última chica del cable de España, cuenta cómo era trabajar de telefonista en un pueblo en los años 80



El paso de los años ha hecho que la tecnología y la cienca nos aporte mejoras y novedades que facilitan la vida y la hacen más cómoda para las personas. En el caso de los teléfonos , cada vez más inteligentes y completos, hubo una época en la que todo era muy diferente. Hace décadas, para poder comunicarte por teléfono con otra persona la llamada debía pasar por una centralita en la que te pasasen con el destinatario adecuado, ya que los teléfonos no fueron automáticos en España hasta 1978. Quienes se encargaban de hacerlo eran mujeres, aunque en un principio también hombres, pero terminó siendo uno de los primeros empleos para ellas. Con el objetivo de contar cómo era aquello y dar a conocer la labor de las ‘chicas del cable’, que era como se les conocía a las trabajadoras de las centralitas, desde el podcast ‘Tenía la duda’, han entrevistado a Magdalena Martín, la última ‘mujer del cable’ de España. Magdalena trabajaba en Polopos, un pequeño pueblo de Granada en el que comenzó solo con un teléfono que después sería un centralita, donde cada llamada que se recibiera o se quisiera hacer, pasaba por sus manos y sus cables. Trabajaba las 24 horas del día y siempre estaba a disposición del teléfono, incluso aún teniendo 3 hijos. Todos conocían a Magadalena, quien ya no solo se encargaba de pasar llamadas, sino que también se convirtió en una figura indispensable del pueblo , ayudando a todos los que lo necesitaban y trasnmitiendo todo tipo de noticias, tanto buenas como malas. El último día en el que se utilizó la centralita en Polopos fue para poner en contacto por una llamada al Ministro de Transportes y Comunicaciones con el Presidente del Gobierno. «El último día eran unos nervios porque por la mañana tenía en la puerta cámaras… Yo no podía hablar con nadie. Llamaron de una radio de Sevilla para hablar conmigo y se puso ella: ‘no no, Magdalena no puede ponerse’. No me dejaban hablar», explica la mujer, reconociendo que era una buena noticia para el pueblo porque iba a estar mejor comunicado, pero no para ella porque se quedaba sin trabajo. «Entonces en la última llamada cómo fue a la Moncloa con Felipe González que era el que estaba de presidente, en el ayuntamiento pusieron un teléfono antiguo muy bonito y yo allí le tenía que pasar la llamada de la Moncloa. Al ministro Barrionuevo que estaban allí todos, hasta que ya no pasé la llamada ya el mecánico cortó, saltaron los fusibles por todos lados en allí la lado del cuadro. […] Muy bonito, para el pueblo aquello fue un día muy grande, me quedé sin trabajo, pero bueno», dice emocionada. Según cuenta Magdalena, su máquina de centralita fue llevada a un museo de Telefónica, en Madrid: «Yo tenía un block que tenía que anotar todas las conferencias que ponía cada día, y se llevaron… Digo, no se lleven el block que yo no sé escribir mucho, porque por desgracia no he ido mucho al colegio…» Pero le dijeron que se lo tenían que llevar todo al museo, algo que le dió algo de pena. «Es distinto las chicas del cable que las chicas de Polopos», afirma, pues en general el trabajo tenía jornadas de 8 horas, pero en el caso de Magdalena trabaja las 24 horas del día y s e «desvivía», por su trabaj o, ya que todas las llamadas del pueblo pasaban por sus manos. «Una vez se me cayó el niño de la cama cuando lo estaba cambiando por ir a coger el teléfono», recuerda. Los sábados eran los días en que la tarifa era más barata, por lo que la casa se llenaba de personas haciendo cola para hablar por la centralita. La entrevistadora pregunta a Magdalena por el primer sábado que estaba libre, a lo que contesta: «Pues ya podía salir porque yo no podía salir . Yo si quería ir a misa el domingo mi marido se quedaba, si no no podía ir. Cuando he tenido a los niños, con los primeros estaba mi suegra y mi suegro pero, cuando el último, tuve que enseñar a una chica, explicarle lo que tenía que hacer porque me tenía que ir a dar a luz y es tenía que quedar alguien, y mi marido trabajaba». Al recordar lo que menos le gustaba del trabajo, aunque afirma que le gustaba todo, cuenta que lo peor era escuchar las malas noticias, como una noche en la que llamaron porque había muerto un Guardia Civil en Barcelona que era familia de uno de los vecinos del pueblo. Sin embargo, le encantaba dar las buenas noticias , como cuando tenía que comunicar un nacimiento. Tras la charla, Magdalena enseña a la entrevistadora cómo funcionaba la máquina que tiene aún en su casa, cómo conectaba las clavijas, cómo sabía si habían colgado o no porque la lucecita que se encencía o se apagaba, o cómo daba a la manivela para llamar, ya que se máquina era manual. Además, cuenta que por las noches tenía que pasar todos los servicios que había anotado durante todo el día en un blog.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-10-08 04:15:00

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