Gota a gota, así hasta 695.185.000.000 litros de agua. Esta es la cifra del líquido elemento que se escapó por grietas, recovecos y agujeros en la infraestructura hídrica de España en 2022, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). O lo que es lo mismo la cantidad necesaria para llenar 205.890 piscinas olímpicas. En los últimos años, España ha ido cerrando la brecha por la que se escapaba el agua, sin embargo el pasado 2022 el paso cambió y el agua a la fuga aumentó un 6%. No obstante, es un 2% inferior a lo perdido hace una década. «El dato es mejorable», asegura Luis Miguel Galán, responsable de Gestión de Servicios y Transformación Tecnológica en Aqualia. Aunque, según Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (Aeopas), esta cifra solo es una visión parcial de la realidad. «Es un dato estimado», detalla. «No hay información de los municipios con menos de 20.000 habitantes», explica. En las bases de datos de la Estadística Nacional, los investigadores del INE recopilan de las comunidades autónomas el agua que se pierde por fugas, catalogada como pérdidas reales, y las aparentes, que incluyen robos y contadores mal ajustados. En este apartado, un año más se incluyen los dos litros por segundo de agua que se vierten al cauce de la riera de Canyet (Badalona). Unos 200.000 litros diarios perdidos por falta de inversión o por desidia. «En un contexto de crisis climática como la que vivimos es muy llamativo», advierte Galán. Según un informe publicado por la consultora PwC, España solo destina 24 euros de inversión a las infraestructuras hídricas, muy lejos de la cifra que destinan países como Francia o Alemania que suman cada uno 91 y 89 euros per cápita. Con esta baja financiación, el sector en territorio nacional acumula un déficit de 5.000 millones de euros. Así, en la última década, se han dejado de ejecutar el 70% de las inversiones planificadas, destinando aproximadamente 1.200 millones de euros al año, mientras que se necesitan 6.200 millones de euros anuales para resolver este déficit, aseguran los economistas de la consultora estadounidense. En solo dos años, la situación de las infraestructuras en algunas comunidades autónomas ha empeorado y la pérdida de agua se ha agudizado. Galicia, Asturias y Castilla-La Mancha se anotan los mayores deterioros de sus infraestructuras sumados a los robos de agua o contadores ilegales, según datos del INE. No obstante, sólo cuatro comunidades acumulan las grandes pérdidas de agua potable inyectada a la red: Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia. Estas regiones suman 363.114.000.000 litros ‘fugados’ en 2022. Un total de 363 hectómetros cúbicos, una cifra tres veces superior al consumo de agua de una ciudad como Madrid con más de tres millones de habitantes. Especialmente llamativo es el caso en la región gallega donde 6 de cada 10 litros de agua potable inyectada se pierde, bien por fugas o por robos o contadores mal ajustados. En esta comunidad, las «pérdidas reales», según el INE, casi se han duplicado. «Y son datos infraestimados», recalca Babiano. Los datos de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento apuntan a una pérdida muy superior marcada en las estadísticas oficiales. «Es necesaria una renovación de las redes y también una mejor formación de los operarios», responde el portavoz de Aqualia. O, al menos, hacer una radiografía del estado de las ‘tuberías’ en la península ibérica. Sin embargo, esto no ocurrirá hasta 2027 fecha en la que el Gobierno sabrá qué ocurre con el agua que recorre los más de 450.000 kilómetros de tuberías en España, según datos de la Cátedra Aquae de Economía del Agua (Fundación Aquae-UNED) y la Asociación Española de Abastecimiento y Saneamiento (AEAS), en colaboración con la Universidad Politécnica de Cataluña. Bajo el radar de Luis Miguel Galán y de Aqualia se encuentran gran cantidad de esos 450.000 kilómetros. «Siempre hay más pérdidas en el entorno urbano», asegura Galán. «Hay derivaciones o conexiones y eso complica más la red», añade. Las ciudades de más de 50.000 habitantes «suelen tener unos 200 kilómetros bajo el suelo», comenta. «Y que día a día están sometidas a movimientos, a obras y a cambios», añade. Una labor de cazafugas que hasta hace unos años se hacía a ciegas. «Antes mandábamos por la noche a nuestros agentes para escuchar las fugas», explica. Ese «antes» tiene apenas dos docenas de años, ahora la inteligencia artificial se encarga de escuchar, medir y avisar. «Tenemos desplegados sensores por toda nuestra red», señala. Un goteo constante de información que permite ver en tiempo real la presión de cada una de las válvulas y actuar en consecuencia.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-09-24 22:22:43
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