No es tan agreste como la de Ardales ni tan exuberante como la de Nerja , pero, a diferencia de éstas, tiene balcones a la calle. Y eso es algo de lo que presumir. Es normal que con un patrimonio tan gigantesco como tiene la provincia de Granada, la Cueva de las Ventanas, en Píñar , no sean un reclamo de primer orden. Pero merece mucho la pena visitarlas. Lo más significativo, o por lo menos lo que más llama la atención, son esos balcones a la calle, esas ventanas. Tres en total, que son los únicos puntos por donde entra aire y luz del exterior . Los antiguos (antiquísimos) habitantes de la zona, en el Paleolítico Superior, hace unos veinte mil años, debieron ver que era un buen sitio para refugiarse y de esa zona son los primeros restos de humanos que se han hallado. De humanos y de animales, porque todos vivían allí juntos. Dentro de la cueva también se hacían los enterramientos, que ya por entonces tenían algo de ceremonia y que tenían lugar en la parte inferior de la cueva, lejos de la llamada Gran Sala –el salón principal, por así decirlo-, donde llega menos luz solar. Se dedicaban a la caza y por entonces había en ese lugar –la Sierra de Arana, en la comarca de los Montes- especies que ahora es casi impensable imaginar en estas latitudes, como la hiena o el oso . Se supone que no eran animales de compañía sino enemigos que trataban de hacerse con el ganado que sí convivía con los lugareños. Que por cierto, disfrutaban de una ventaja que todavía está en vigor: la cueva mantiene una temperatura constante durante casi todo el año. El termómetro rara vez baja de los 13 grados allí dentro y el calor intenso del verano no llega a la cavidad. Eso convertía la Cueva de las Ventanas en un lugar habitable y acogedor, como acogedora es en pleno siglo XXI la visita de los viajeros. El Ayuntamiento de Píñar es consciente de que la cueva es su principal tesoro turístico y por eso no sólo hay en dependencias contiguas al consistorio un museo con objetos encontrados a lo largo de más de un siglo de excavaciones, sino que desde el centro del pueblo se organizan las excursiones . La cueva, declarada Bien de Interés Cultural, es visitable desde el año 2000. Quienes acuden a familiarizarse con su pasado, que no son pocos, se montan en un tren turístico que sube las empinadas cuestas hasta llegar a su destino en un cuarto de hora. No va sobre raíles, es neumático. Abundan las visitas de escolares y lo cierto es que los jóvenes disfrutan allí dentro, no sólo porque aprenden cómo vivían sus antepasados sino porque el recorrido es bastante accesible y está bien señalizado , cosa que también agradecen los mayores, por supuesto. Las visitas son guiadas por profesionales que aportan muchos datos de interés y que lo hacen además con simpatía. Y en el camino, por supuesto, hay estalactitas y estalagmitas, como en toda cueva que se precie. La erosión causada por el agua durante todos esos años las han creado. El trayecto, por desgracia, no termina en un concierto en la parte más baja de la cueva, acondicionado como una especie de teatro que debe tener una acústica formidable y donde ocasionalmente sí que ha habido actuaciones. Lo de imaginarse cómo se cargan los instrumentos y demás por unos pasillos tan estrechos ya es otra historia. La visita dura aproximadamente una hora y a su finalización ahí está el tren neumático para devolver a los viajeros hasta el pueblo, de poco más de mil habitantes. Allí mismo o en los alrededores hay varios restaurantes especializados en carne a la brasa y, en días especiales, en el plato estrella de la zona, el choto al ajillo .
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Author : (abc)
Publish date : 2024-09-18 13:52:53
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