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En Sevilla, la fe se vive a pie de calle , en la cotidianidad de su día a día, en los saludos por el barrio, las compras en el mercado y, por supuesto, en las visitas a los templos. La forma de ser y vivir de Andalucía, hacia fuera, y lo arraigados que están el culto externo y la manifestación pública de la religiosidad han dado lugar con el paso de los siglos a que esta se entienda como algo intrínseco a la personalidad de los sevillanos. Por eso, las calles de la capital hispalense sienten la piedad popular sin importar el día, semana o mes del año. Basta darse un paseo por cualquier barrio de la ciudad para descubrir el azulejo de una imagen, un almanaque de la hermandad vecina colgada en el escaparate de un comercio o una colgadura luciendo en algún balcón, aunque por la calle en cuestión no pase ninguna cofradía. El cariño y la devoción por las imágenes lo inunda todo y está presente de forma permanente, bien transmitida por la familia, socialmente o de otro modo. ABC estuvo en Triana durante el traslado de la Virgen de la Estrella para sus cultos extraordinarios en la parroquia de San Jacinto, y también en la plaza de San Lorenzo un viernes de tantos en los que los fieles acuden a visitar al Señor del Gran Poder . Los testimonios de las personas que allí se encontraban, como las que cada día pueden encontrarse en cualquier acto cofrade o en las inmediaciones de uno de las decenas de templos repartidos por la geografía urbana hispalense, no dejan atisbo alguno de duda acerca de cómo se siente la religiosidad popular en Sevilla. Al Señor, a la Virgen, se les pide por asuntos muy diversos, pero sobre todo por lo que verdaderamente importa: «Salud, trabajo, por mis nietos», enumeran Dolores, Aurora y Lola, tres amigas del barrio, tras su visita a San Lorenzo. Sin embargo, y al contrario de lo que se dice a veces, aquello de que sólo nos acordamos de Dios cuando estamos atravesando un mal momento ―que también―, muchas personas tienen arraigada la costumbre de acudir a sus imágenes devocionales no sólo para pedirles, sino también para darles las gracias , como le ocurre a Rafael Garrido, hermano y devoto del Señor de Sevilla: «Procuro más agradecer que pedir. Siempre se pide algo, pero yo intento agradecerle más que pedirle»; o simplemente para contarles cosas y sentirse acompañadas por ellas: «Le cuento todo lo que me ha pasado durante la semana y me tranquiliza», como señala Mireia Rodríguez, que entra en la basílica cada vez que va del conservatorio a la facultad o viceversa. Con las imágenes se habla como amigas, como confidentes… como si fueran parte de nuestra familia, el padre o la madre en los que siempre podemos apoyarnos. Garrido no tiene dudas: «Mi padre falleció hace pocos años, y en los momentos de flaqueza de ese período de mi vida, siempre se me venía a la mente el Señor». ¿De dónde procede el fervor que tantos sevillanos, ya sean de la capital o la provincia, sienten por las imágenes? En muchos casos viene precisamente heredado de la familia, la tradición que se inculca en los años más tiernos de la niñez para, a medida que se crece, ir desarrollando por uno mismo ese vínculo propio con Dios y su madre mediante la réplica de las costumbres familiares y la inclusión de otras nuevas surgidas por la experiencia personal. Así le ocurrió a Rafael Garrido: «Mi madre me traía de chico todos los viernes en verano, cuando ya no había colegio, a ver al Señor. Además, vivíamos en el extrarradio, cogíamos el autobús… era una costumbre». Todos los caminos llevan a San Lorenzo. Por supuesto, no se puede dejar atrás el legado de los abuelos , que en muchas ocasiones crían a los niños mientras los padres están en el trabajo, transmitiendo el legado de centurias que constituye parte indisoluble de la identidad sevillana: «Mis abuelos sobre todo son una parte esencial en mi vida y fueron ellos los que principalmente me inculcaron todo lo que es una hermandad, vivir la Semana Santa y el cariño que le tengo hoy en día a las imágenes», apunta Juan Manuel Hidalgo, joven de Marchena que no se pierde una cofradía. Unos abuelos que también fueron jóvenes y accedieron a las hermandades por causas tan universales como el amor , caso de Rosa y Germán, una entrañable pareja cuyo corazón late en clave estrellista desde hace más de medio siglo, 68 años el marido y algo menos la esposa, desde que empezó con él: «Llevamos ya cincuenta años, toda la vida con Ella. Mis niños están todos aquí; mis hijos, también; mi hija se llama Estrella, somos mucho de la Estrella». ¿Qué significan las imágenes a las que tanto se quiere y se reza? Sevilla tiene un evangelio apócrifo por cada persona que reza un padrenuestro o un avemaría, o que acompaña a un familiar o un amigo a visitar a sus titulares, que se convierten en puntales que sostienen tantos otros aspectos: «Para mí, el Señor es un pilar fundamental en mi vida». Los sentimientos que surgen por las tallas de Cristo y la Virgen, a veces inefables e incluso irracionales, salen de lo más profundo del corazón, como cuenta elocuentemente Marina Franco, una joven aljarafeña devota de la Estrella: «Lo vivimos todo muy sentimentalmente. Mi Virgen es la devoción mariana a la que la que le doy mi vida para que Ella la guíe. Un cofrade se lo debe todo a sus imágenes». Las hermandades y cofradías, que que son del pueblo y al pueblo se deben , llevan siglos ejerciendo ese papel aglutinador y vertebrador de la fe. La celebración del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular nos recuerda la importancia de este extraordinario fenómeno tan marcado en la vida cristiana de nuestra Archidiócesis, pero lo cierto es que puede comprobarse cualquier día, templo a templo, calle a calle.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-12-05 23:01:10
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