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Los mil muertos de las lluvias torrenciales de Barcelona en 1962: «Hemos recogido ya 150 cadáveres en Tarrasa»

Los mil muertos de las lluvias torrenciales de Barcelona en 1962: «Hemos recogido ya 150 cadáveres en Tarrasa»



El Servicio Meteorológico de Cataluña (Meteocat) activó este miércoles por la tarde la alerta de máxima peligrosidad (nivel 6 sobre 6) ante el riesgo de tornados y granizo en Barcelona. También se activaron cuatro avisos naranjas más en la zona del Barcelonés, el Vallès Oriental, el Alt Penedès y el Garraf. Las previsiones alertan de que en las próximas horas en todas estas zonas podrían producirse grandes acumulaciones de lluvia, episodios de granizo de más de dos centímetros de diámetro, fuertes rachas de viento, mangas de agua y tornados, sobre todo, en la zona del Bajo Llobregat. Antes las dramáticas consecuencias que la Dana esta causando en la provincia de Valencia –que han provocado hasta el cierre de la edición de ayer 73 muertos y decenas de desaparecidos–, los vecinos más veteranos de la Ciudad Condal temen que se repitan las devastadoras escenas que vivieron de jóvenes con las lluvias torrenciales de septiembre de 1962 . Hablamos de la mayor catástrofe hidrológica de la historia de España y, con muchísima diferencia, la que más muertos ha provocado. «Algunos vecinos todavía recuerdan ahora como, con la luz del único coche que entonces había en el barrio de Torre-Romeu, el del farmacéutico, se guiaban para rescatar de entre el agua y el fango a los vecinos de Sabadell que la riada arrastraba […]. Los vecinos, bajo la lluvia, huían espantados de las casas y, cuando no podían huir, se enfilaban en los terrados y tejados para pedir socorro […]. Los mismos vecinos veían como el agua se los llevaba», contaba años después el historiador catalán Jordi Calvet, que sobrevivió a la tragedia. Las imágenes actuales de los supervivientes subidos a camiones o refugiados en montañas valencianas a la espera de ser rescatados, con muchos edificios cubiertos por el agua, los cientos de coches arrastrados por las riadas como si fueran de juguete, las más de sesenta carreteras cortadas, los servicios de ferrocarril suspendidos y los pueblos incomunicados están trayendo a la memoria de los barceloneses más mayores la pesadilla que vivieron en 1962. Otro episodio de gota fría que provocó las lluvias torrenciales que arrasaron la provincia y dejaron un saldo de cerca de mil muertos, una cifra difícil de imaginar hoy, aunque se produjera hace solo sesenta años. En Barcelona nunca han vuelto a ver nada ni remotamente parecido a lo que vivieron aquel 25 de septiembre de 1962 . Tampoco en España, por lo menos desde que se tienen registros. La cifra oficial de muertos fue de 617 en apenas unas horas, aunque estudios recientes aseguran que hubo cerca de mil. Aparecieron cadáveres a kilómetros de distancia de sus casas. Barrios enteros desaparecieron por completo. Coches, camiones y autobuses fueron arrastrados por las riadas. Sin duda, fue la peor catástrofe natural de la historia reciente del país. Durante varios días, ABC fue recopilando los testimonios de las víctimas, que eran sobrecogedores: «El párroco de la iglesia de San Pedro, cerca del desaparecido puente de San Mus, tenía registrados a más de 200 feligreses en su parroquia, pero casi todos han desaparecido en la fatídica noche» o «hasta las ocho de la noche, llevan recogidos en la zona de Tarrasa más de 150 cadáveres, aunque se calcula que el número sobrepasa los 200». Todo ocurrió de manera repentina, en una época en la que España no contaba con los medios suficientes como para anticipar lo que iba a ocurrir. Las primeras lluvias comenzaron a caer suavemente la mañana del 25 de septiembre. En principio eran una bendición para una provincia como Barcelona, ya que llevaba muchos meses afectada por una fuerte sequía. Lo que nadie pudo prever fueron las dimensiones que alcanzaría la tormenta poco después, creciendo hasta acumular, en apenas dos horas y media, los 212 litros por metro cuadrado mencionados . Aquella cantidad de agua fue demasiado para zonas como el Vallés Occidental y, especialmente, para el triángulo formado por las ciudades de Sabadell, Tarrasa y Rubí, donde riachuelos tradicionalmente inofensivos, o cauces desaparecidos desde hacía años, se convirtieron en inmensas avenidas de agua que se tragaron todo lo que encontraron a su paso: centenares de viviendas, numerosas fábricas en plena jornada laboral y, por supuesto, a las personas. Rubí, por ejemplo, contabilizó cerca de 300 muertos y Tarrasa los sobrepasó. La mayoría eran inmigrantes andaluces que habían llegado a Cataluña para buscarse la vida en la industria de la zona y que habían construido sus viviendas con materiales precarios. «¿Quién diría que aquí, en esta gran extensión de barrizales, se levantaban más de 130 modestas casas de obreros textiles, dos fábricas, un puente y el matadero municipal de Rubí, del que sólo queda enhiesto el viejo plátano que daba sombra al patio interior?», se preguntaba el enviado especial de este diario. Pocas horas después de iniciarse la tormenta, los ríos Besòs y Llobregat, que limitaban la ciudad de Barcelona al norte y al sur, se desbordaron. Quedaron cortadas las comunicaciones, la luz y las principales carreteras entre la capital y las poblaciones satélites. Esa fue la causa de que reinara la confusión al principio, llegando informaciones falsas sobre las dimensiones que habían alcanzado las riadas en torno a la Ciudad Condal. Basta con leer extractos de las crónicas publicadas en ABC los días posteriores, para hacerse una idea de la catástrofe vivida aquel 25 de septiembre de 1962. Por ejemplo: «Uno de los muertos, de 17 años, al ver que se inundaba su casa, pasó por el tejado a otra contigua, en el preciso momento en que esta se hundió. Resultó muerto». También: «En San Baudilio de Llobregat ha sido recogido un cadáver sin identificar, que se supone que ha descendido por las aguas desde otras poblaciones ubicadas a mayor altitud». «En Tarrasa, en uno de los bares donde habían buscado refugio, las víctimas vieron como el agua entraba a caudales en el interior. Se subieron a las mesas, hasta ver aterrados que el agua aumentaba su nivel sin cesar y se llevaba todo a su paso. Unos se tiraron al agua, otros fueron arrastrados por ella, y casi todos con igual infortunada suerte», podía leerse más adelante. Y añadía: «En la playa desde la Barcelonesa hasta más allá de Badalona aparecen flotando sobre las aguas numerosos cuerpos de animales que fueron arrastrados por la riada». Estos no son más que algunos de los relatos que se produjeron aquel día. Otros muchos se quedarían en la memoria de los más de 12.000 damnificados por la catástrofe, sin olvidarnos de los miles de heridos y evacuados. Todos ellos sumaron unas pérdidas de miles de millones de pesetas. Días después consiguieron encauzarse los ríos desbordados. La Confederación Hidrográfica del Pirineo Oriental construyó defensas de hormigón de 3,5 metros de altura. También se excavó y se llenaron de tierra distintas partes del río para suavizar las pendientes. Por último, se amplió su cauce para que pudiera admitir un caudal de 1.350 metros cúbicos por segundo. Sesenta años después, a los vecinos les cuesta imaginar cómo un río por el que apenas corre agua pudo engullir barrios enteros en solo unas horas.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-10-31 05:13:19

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