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Luis Piedrahita: «Abogo por instaurar un carné de libertad de expresión por puntos»

Luis Piedrahita: «Abogo por instaurar un carné de libertad de expresión por puntos»



Pronto se despide del Teatro La Latina y comienza la gira de ‘Apocalípticamente correcto’, un espectáculo para el que Luis Piedrahita presenta un cambio de ‘look’: mantiene sus gafas, pero se ha cortado el flequillo y luce una barba que le confiere aspecto de maduro interesante. Le hemos visto con su aire juvenil durante años. «Desde el día que salí por la tele con las gafas de mi padre, porque yo llevaba lentillas, y con el pelo largo. Pero ya no me veía bien, era como llevar el vestido de la Primera Comunión», explica el cómico. Su nuevo show «habla de la libertad y de los dos motores que nos mueven, el miedo y la esperanza. El miedo espanta la risa, pero la risa espanta al miedo. Y la esperanza infla las velas de la acción». Ahora que tanto se discute sobre los límites del humor, Luis Piedrahita tiene claro que quien hace la paga: «Tenemos que ser responsables de lo que decimos. Es curioso que tardemos un año en aprender a hablar y toda una vida en aprender a callar. Abogo por instaurar un carné de libertad de expresión por puntos, así cada uno es consciente de lo que puede o no decir sin ofender a los demás». Luis tiene una especial manía al horóscopo porque, «de ser cierto, supondría que todo está escrito en los astros, así que no habría libertad, ni responsabilidad. Además se escribe siguiendo una fórmula en la que se elige un adjetivo, se le añade la partícula ‘pero’ y, a continuación, se añade un antónimo. Así, por ejemplo, si yo escribiera mi horóscopo (es Acuario) me describiría como ‘un asesino despiadado, pero a veces un ser de luz’». Luis se define como «una persona tranquila que suele estar de buen humor. La verdad es que me enfado pocas veces, soy alegre y no me pongo triste, salvo que esté ante una injusticia, una pérdida, una guerra, esas cosas que no podemos evitar que nos causen dolor. Es una pena porque las almas atormentadas venden más libros». Sin embargo, no cree que puedan llamarle soñador: «Soy realista, pero a veces imagino futuros venturosos. Pero no soy ningún iluso, no me dejo embaucar». Le gusta tener esperanzas y mirar hacia adelante: «No soy un nostálgico. De hecho, la nostalgia me da pereza. Siempre creo que lo mejor está por llegar. Lo único que temo es a la muerte, a la soledad y al desamor». Y se reconoce como tipo «muy cariñoso». Le hubiera gustado ser padre, «pero eso está ya casi descartado, salvo imprevistos». Así que se conforma con tener un perro, Canoli, que es el que le marca algunas de sus rutinas diarias: «Pero no soy de los que trata a su mascota como si fuera un niño. Mi chica, Ximena , sí lo hace, pero yo lo tengo claro». A pesar de eso, reconoce que su perro le da mucha felicidad: «Me da paz tenerlo cerca. Disfruto leyendo, sentado al sol o con mi chica viendo una película». Y le altera «la gente pesada y pretenciosa. Tampoco soporto el ruido». Y entre hacer el amor y hacer el humor, lo tiene claro: «No hay que elegir, son placeres a los que te entregas y con los que al final consigues el aplauso». A Luis, como buen ‘showman’, no le gusta decepcionar a su público, pero asume que no hay otra cuando le toca hablar de su infancia: «Es que no fue nada trepidante. Yo ni era el más guapo, ni el más listo, era del montón. Era como el yerno perfecto, no llamaba la atención. Pero era simpático, un buen chico. Tenía mis amiguitos, aunque solo jugaba a cosas que no dieran sed: no saltaba, no corría». Pero Luis, como buen ilusionista, se guarda un as en la manga. No todo era tan soso en aquellos años en A Coruña, donde creció: «Teníamos una enciclopedia en casa y yo me entretenía leyendo las distintas entradas. Un día me topé con la palabra ‘pólvora’, con la receta incluida. Mi amigo Edu y yo fuimos a la droguería a comprar los ingredientes. Nos turnamos y cada uno pidió una cosa, que si azufre, que si clorato de potasio, que si carbón en polvo. Al final nos pillaron». Así que Luis tenía su lado gamberro, «porque todo lo que estaba relacionado con explosivos nos hacía gracia. Éramos una mezcla de ‘El equipo A’ y ‘MacGyver’. Una vez confundimos los tampones de mi madre con unos cartuchos de dinamita y los pusimos en la caca de un perro para hacerlos explotar». Sus pasiones empezaron pronto a aflorar: «Me gustaba la magia y me quedaba pegado a la tele, como hipnotizado, cuando salía un mago con sus trucos. Algo parecido me pasaba con los humoristas. Yo no era nada gracioso, pero era un buen crítico de graciosos. Reconocía un buen chiste y sabía valorarlo».



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Author : (abc)

Publish date : 2024-10-28 03:46:43

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