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Por qué estar triste o enfadado es tan importante como estar contento o feliz

Por qué estar triste o enfadado es tan importante como estar contento o feliz



España es el país del mundo donde se consumen más tranquilizantes . La ansiedad y el estrés son causas por las que «muchos médicos prescriben y recetan fármacos», explicaba a ABC Antonio Cano , catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, a pesar de no ser la solución más adecuada. El problema es la saturación de un sistema sanitario en el que la atención psicológica es insuficiente y sólo apta para quien pueda pagar un servicio privado. Ante este panorama, están las familias porque los padres transmiten a sus hijos las emociones . De hecho, está demostrado que el estrés en el embarazo afecta ya en la gestación del bebé . Y esta situación es sólo el punto de partida, pues luego toca hacer frente a la conciliación, el trabajo, la crianza, el techo de cristal, las tareas domésticas, etc. Un nivel moderado de estrés forma parte de la vida, tal y como recuerda la Sociedad Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés ( SEAS ). Pero cuando persiste en el tiempo, es negativo e intenso, puede afectar a la salud y provocar problemas de ansiedad, cansancio crónico, agotamiento, etc. Por todo ello, tener herramientas que permitan afrontar esta situación es, hoy en día, vital. «Pero somos unos analfabetos en este sentido», reconoce a ABC Victoria Cenalmor ( @miatencionplena ), psicopedagoga y psicóloga, formadora en inteligencia emocional y mindfulness en el centro Carlos Cenalmor. «Los que hoy tenemos entre 30 y 40 años, junto a las generaciones anteriores, no se nos ha educado en el tema emocional . Lo único que nos enseñaron es que los niños no lloran y que las chicas no se tienen que enfadar. Estas dos emociones, tristeza y enfado, han sido tradicionalmente prohibidas. Así, al llegar a la edad adulta, nos encontramos con hombres que no pueden o no saben llorar y con mujeres muy presionadas, que no pueden permitirse el venirse abajo, y que arrastran una gran carga mental y emocional», explica. No hay que olvidar que las emociones están conectadas con el cerebro. Tal y como explicó Begoña Ibarrola en una entrevista con ABC, «la emoción es una experiencia psicofisiológica», es decir, que afecta a mente y cuerpo. «De hecho, el cuerpo se entera mucho antes porque hay una respuesta fisiológica: cuando sentimos una emoción, al torrente sanguíneo le llegan sustancias químicas diferentes que preparan al cuerpo para responder», explicaba. El dilema viene en cómo esas generaciones que no saben cómo gestionar sus emociones pueden educar a sus hijos . «Es verdad que hoy sabemos más cosas de la gestión emocional pero es muy probable no saber hacerlo correctamente y mezclar factores -continua Cenalmor-. Por ejemplo, ante una rabieta, hay padres que no saben cómo acompañar a su hijo y sólo saben gritarle ‘que te calles’. Al mismo tiempo, las familias conocen algo de la educación positiva e intentan aplicarla para no caer en ese autoritarismo. Pero sin marcar límites, que son imprescindibles». Por todo ello, la psicopedagoga aconseja a padres y madres «dotarse de recursos y herramientas primero porque, sin un previo trabajo personal, es imposible que puedas ayudar a tu hijo a reconocer sus emociones, a gestionarlas y dotarles de las herramientas necesarias para que sepan qué hacer con ellas». Un sencillo y claro ejemplo es lo que sucede con el enfado. «Es una emoción muy buena porque te ayuda a poner límites pero está muy mal vista porque la tenemos asociada al concepto de gritar, es decir, cuando explotas», explica la experta. «Pero eso es la ira -continua-. Sin embargo, solo identificamos así el enfado. Hemos de ser capaces de comunicar de manera asertiva lo que me molesta a mi pareja, a mis hijos… para evitar la explosión. Así es como se aprende a manejar una emoción. Pero como vamos en piloto automático, no nos damos cuenta». Tan pernicioso es no saber manejar emociones con ciertas connotaciones negativas, como el enfado, la tristeza o el estrés, pero que realmente son igual de importantes que la alegría o la felicidad, como exaltar estas últimas. «No hay que centrarse en ser felices todo el rato porque es imposible y no tiene sentido», advierte la psicopedagoga. «Vivimos en un mundo en el que nos van a pasar desgracias -prosigue-. Más que vivir felices deberíamos centrarnos en vivir en calma y con serenidad, trabajando las emociones, de tal manera que, cuando te pase algo, estés preparado para gestionarlas lo mejor posible». En este aspecto coincide Pablo Claver , director del Museo de la Felicidad : «Cosas malas nos van a pasar. Es inevitable. Pero, a pesar de eso, podemos ser felices, tener ciertos momentos de felicidad incluso en las pequeñas cosas del día a día porque la receta mágica no existe y, además, cada persona tiene un concepto diferente«. Así, la Madre Teresa de Calcuta, presente en el centro, resumía en una frase su concepto de felicidad: «No dejes que nadie se aleje de tu presencia sin sentirse un poco mejor y más feliz». O Marian Rojas Estapé , que también colabora con el Museo: «La felicidad está en conectar con las pequeñas cosas buenas de cada día». «Uno de los talleres que imparto es ‘Cómo ser feliz y no morir en el intento’. Y, muchas veces, si te obsesionas en ser feliz todos los días del año a todas horas, nos podemos estresar », advierte Claver. Precisamente, este centro acaba de celebrar su primer aniversario tras un año de éxito rotundo: más del 100.000 personas ya lo conocen. Inaugurado el 29 de septiembre de 2023, este espacio ha revolucionado la manera de comprender, experimentar y entrenar la felicidad a través de la ciencia, la cultura y la interacción. Las familias sus principales visitantes (55%), seguidos de grupos de amigos (28%), parejas (15%) y compañeros de trabajo (2%). Todos ellos han disfrutado de sus más de 20 experiencias interactivas –como el famoso Risódromo, el Abrazómetro o el Armario de la Verdad– y han participado en más de 300 microtalleres sobre felicidad, risoterapia, yoga de la risa y abrazos. Claver, que además de ser emprendedor es también licenciado en Psicología, reconoce que «vamos con el piloto automático puesto y no conectamos. ¡Y los niños son esponjas! Por tanto, si no tenemos nada que nos lo impida, seamos conscientes de todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Las relaciones familiares , que lo dicen todos los estudios, es lo que más felicidad da a los seres humanos. Entonces, que los padres no se obsesionen y vivan en el momento presente. Sé que es difícil pero, quizás, antes de conversar con un hijo o ponerte a jugar con él, es mejor que hagas cinco respiraciones en profundidad para conectar y centrarse en lo que va a hacer. Y, por supuesto, predicar con el ejemplo». De hecho, cuando uno llega al Museo de la Felicidad, la primera actividad a la que se enfrenta es a una pequeña cama elástica: «Todos los visitantes saltan en ella porque, a través del movimiento, liberamos estrés y favorece un estado emocional positivo. Es decir, se trata de dejar a la puerta del Museo esos pensamientos rumiantes, preocupaciones, que nos impiden conectar con lo que vamos a hacer». Y es que el cerebro tiene una característica muy positiva: es plástico. «Aunque tiende a poner el foco en el peligro, en lo que no va a salir bien, si lo entrenamos un poco, podemos modelarlo. Con un simple diario de gratitud, madres y padres pueden empezar a salir de ese bucle del estrés, de ese sesgo negativo, y pueden empezar a entrenar la neuroplasticidad de su cerebro para enseñarle a poner el foco en lo positivo, en el agradecimiento, en la gratitud de todas las cosas buenas que tienen a su alrededor. ¡Que paren el piloto automático! El cerebro es un músculo más que tenemos que entrenar para cuidar nuestra salud mental», concluye Claver.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-09-28 02:30:01

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