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Radiografía de la violencia histórica del independentismo catalán: «Es como una organización fascista»

Radiografía de la violencia histórica del independentismo catalán: «Es como una organización fascista»



El presidente de la Generalitat en 2015, Artur Mas , ya repetía ese mantra de que el separatismo catalán «nunca ha tirado ni un papel al suelo», puesto que es «pacífico». No ha sido la única declaración al respecto, a pesar de que varios acontecimientos históricos y recientes señalen lo contrario. El verano pasado, por ejemplo, el Observatorio Cívico de la Violencia Política en Cataluña publicó su tercer informe sobre los incidentes acaecidos en 2022. La conclusión era clara: el 98% de los actos violentos relacionados con la política fueron perpetrados por personas o grupos de corte independentista. Según el texto, este fenómeno «modula a conveniencia su intensidad y naturaleza en paralelo a la evolución del contexto político, en su función de herramienta al servicio del nacionalismo gobernante y su estrategia de presión en la negociación política o el afianzamiento de sus intereses a corto o largo plazo». El informe detallaba que de un total de 155 de estos incidentes, 153 fueron perpetrados por personas o grupos independentistas . En 2021 fueron 351 y en 2020, 380. Y advertía: «Podemos afirmar que los actos de violencia política anti-independentista son absolutamente residuales en Cataluña». La raíces de esta violencia, que en ocasiones se intensificó hasta convertirse en terrorismo propiamente dicho, podemos encontrarla ya a principios del siglo XX y, en diferentes grados, sigue presente en la actualidad. Intentando proyectar la imagen contraria, en septiembre de 2019, todos los partidos independentistas de Cataluña y sus asociaciones afines proclamaron por activa y por pasiva el intrínseco pacifismo del movimiento, como si no hubieran existido organizaciones como Terra Lliure , el ‘Estat Catalá’ o las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña-Estado Catalán, más conocidas por el acrónimo JEREC. El ‘Estat Catalá’ es a día de hoy el partido más antiguo de Cataluña. Fue fundado Francesc Macià en 1922 como «organización política y de combate nacionalista catalana». Sus principales actividades en sus primeros años de vida fueron acciones armadas contra la dictadura de Primo de Rivera y la difusión internacional de las ambiciones separatistas. En su acto fundacional apuntaron: «Mientras haya una monarquía en España, Cataluña no podrá obtener autogobierno; por lo tanto, hace falta romper cualquier relación con España y proclamar el Estado Catalán que se pudiera confederar con el País Valenciano, las Islas Baleares, Cataluña Norte, y quizás, Occitania». Convencido de que el parlamentarismo en España era estéril, Macià abogó por la lucha armada, siguiendo el camino que había tomado el republicanismo irlandés, que poco antes había conseguido la independencia del sur de Irlanda en el Reino Unido. Para financiar esta lucha pidió ayuda económica a los catalanes emigrados a América, en especial a Cuba, donde el Centro Catalán de La Habana se acaba de constituir en una asociación secreta al servicio de la causa. El líder del ‘Estat Catalá’ era consciente de que en el interior de Cataluña le resultaría imposible conseguir dinero, puesto que el movimiento estaba hegemonizado por la conservadora Lliga Regionalista de Francesc Cambó. Dentro de esta organización nació un subgrupo que quería intensificar la lucha armada contra el Estado español: Bandera Negra. Una de sus primeras acciones fue atentar nada menos que contra Alfonso XIII durante una visita a Cataluña en la primavera de 1925. La primera idea fue colocar 40 kilos de explosivos en los túneles de la Mussara del Baix Camp, en Tarragona, aunque finalmente optaron los túneles del Garraf, al paso del tren en el que viajaba no solo el Rey, también la Reina María Cristina, las infantas Beatriz y Cristina, el general Primo de Rivera y varias autoridades de su dictadura. El artefacto tenía que ser activado mediante un mecanismo eléctrico desde una barca situada en la costa. Sin embargo, fue un auténtico fracaso, puesto que la bomba jamás explotó, aunque los terroristas llevaban dos días trabajando en su colocación. El comando fue desarticulado a causa de un chivatazo que procedía del entorno de la organización. La Policía española detuvo a siete miembros de Bandera Negra. Cuatro de ellos fueron condenados a muerte y tres, a 12 años y un día de prisión. Aquel juicio, además, fue aprovechado por Primo de Rivera para intensificar la represión contra cualquier reivindicación independentista. Macià no renunció a los actos de violencia política ni en la Segunda República, a pesar de ser un régimen más afín a sus reivindicaciones. Ya les hemos contado en ABC los dos golpes de Estado que se produjeron en estos años, el primero de los cuales fue comandado por él, entonces como presidente de Esquerra Republicana. Fue el mismo 14 de abril de 1931, cuando apareció por sorpresa en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona y proclamó que, «en nombre del pueblo de Cataluña, se hacía cargo del Gobierno catalán y que en aquella casa permanecería para defender las libertades de su patria, sin que pudiese sacársele de allí como no fuera muerto», según contaba ABC . Ese mismo año de 1931, pocos meses después de proclamarse la Segunda República, se fundó otra de las organización que se caracterizaron por usar la violencia como medio para lograr la independencia: las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña-Estado Catalán (Jerec), lideradas por Josep Dencàs. Operaba como rama juvenil de ERC y, según han defendido algunos historiadores, copió voluntariamente algunos aspectos del fascismo italiano y siguió los postulados violentos de Mussolini, por el que varios de sus dirigentes declararon su admiración. Había sido fundado por Dencás y Miquel Badía, que decidieron tomar prestada la estética, precisamente, de las camisas negras con las que el ‘Duce’ asaltó el poder en 1922, aunque en el caso de los catalanes eligieron el color verde oliva. Aún así, celebraron los mismos desfiles de carácter paramilitar que los italianos y crearon milicias parecidas para boicotear las huelgas convocadas por su principal enemigo, la CNT, así como a acosar a sus adversarios políticos, a los que sometieron a un acoso continuo. La prensa se refería a ellos como los ‘escamots del Estat Catalá’ y actuaron como cuerpos de seguridad en los mítines de las formaciones nacionalistas e independentistas. Eran tan violentos que, durante la Segunda República, sus acciones eran comparadas con las de los seguidores de Mussolini. Ellos justificaban sus acciones desmedidas y respondían a las críticas con el pretexto de que sus guerrillas solo actuaban en defensa propia. Sin embargo, era habitual verlos reventando mítines hasta de los rivales más moderados de los catalanistas. Su postura extrema y radical parecía la única vía que entendían para lograr sus objetivos políticos, hasta el punto de que muchos historiadores han planteado que Dencás y sus seguidores representaban algo así como un fascismo dentro del independentismo catalán. El ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión Social durante la Segunda República, Juan Lluhí, los describió durante uno de sus discursos en el Parlamento catalán como «una organización de tipo fascista». El debate se reavivó con el nombramiento de Quim Torra como presidente de la Generalitat en mayo de 2018, cuando se declaró admirador de Jerec. No hay que olvidar que Miquel Badía participó en el citado atentado contra Alfonso XIII. Y él y Dencàs lideraron el ataque de las JEREC contra la redacción de un semanario satírico que se había burlado de su movimiento y la destrozaron por completo. Poco antes, en el primer número del periódico que editó esta organización, ‘Somos!’, incluyeron una lista de sus pretensiones, entre las que estaba una república federal española con plena autonomía para Cataluña. A pesar de todas estas acciones, Dencàs gozaba de gran respeto en el ámbito político catalán y las acusaciones de fascista no hicieron mella en él, hasta el punto de ser nombrado consejero de Sanidad y Asistencia Social de la Generalitat en enero de 1934 y, en octubre, director de la Policía catalana. En la actualidad, los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) —que nacieron, antes del 1-O, bajo el nombre inicial de Comités de Defensa del Referéndum— ponen en entredicho toda esta teoría del «pacifismo» del independentismo. En 2018 fueron habituales los cortes y sabotajes de peajes de autopistas, mensajes amenazantes a jueces y bloqueo de carreteras y vías férreas, entre otras acciones que llevaron a la Fiscalía a considerar que «ponen en peligro la paz pública y el orden constitucional», y al Gobierno a poner escolta a magistrados que ejercen en Cataluña. Los llamados CDR se convirtieron en el activismo más violento del independentismo catalán, y olvidaban además que antaño existieron varios grupos terroristas en la historia reciente de Cataluña, como el Exèrcit Popular Català (Època) y el más famoso aún Terra Lliure. Aunque este último se disolvió en 1995, antes, un gran número de militantes del grupo terrorista se integró en ERC. Así lo confirmó en el año 2006, en sede judicial, Xavier Vendrell, entonces secretario de Organización de Esquerra. Terra Lliure nació en 1978 y causó cinco muertos en sus casi veinte años de historia. Lo cierto es que de estos cinco, cuatro fueron de la propia banda, pero también dejó decenas de heridos, entre los que figuró, por ejemplo, el periodista Federico Jiménez Losantos. Aunque las cifras nunca han sido concluyentes, se calcula que la banda cometió unos doscientos atentados.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-09-14 02:23:58

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